¿De qué manera nuestras sociedades postmodernas, estructuradas bajo regímenes de racionalidad biopolítica, reproducen formas de violencia en sus procesos de normalización? ¿Cómo logra el ser humano, aunque normalizado bajo un contexto de gestión biopolítica, preservar un margen de libertad que le permita resistir y subvertir las dinámicas dominantes de los distintos biopoderes? ¿Qué caminos pueden abrirse hacia la formulación de un concepto no violento de poder político y, en consecuencia, hacia una política desligada de las prerrogativas de la violencia? Esta investigación parte de una premisa fundamental: todo dispositivo de control genera, inevitablemente, un conjunto heterogéneo de resistencias. Reconocer esta tensión implica afirmar la capacidad inalienable de reapropiación de la acción política, entendida como teoría y práctica de la vida en común.