El libro de Gonzalo Monzón puede ser leído como un verdadero «desafío integral», tanto a la rigidez epistemológica del pensamiento actual, que separa, pero no unifica las diversas ciencias humanas, como al exceso de fluidez entre las mismas áreas disciplinares, exceso debido al relativismo epistémico. Para promover un «humanismo integral» es necesario, por tanto, un desafío igualmente integral a una razón pobre y determinista, así como a una razón sin fronteras. Se trata pues de ampliar los horizontes de la razón como nos incitaba a hacer Ratzinger, es decir, adquirir el hábito de captar las semejanzas y desemejanzas, las analogías que unen o desatan recíprocamente las ciencias entre sí. Para hacer algo similar es imprescindible ser rigurosos en la elección de los principios básicos a partir de los cuales empezar a captar esas analogías. En el libro de Gonzalo Monzón las áreas análogas son: humanismo, persona y educación. Pero ¿qué hace conmensurables estos tres conceptos éticos y metafísicos? El carácter común «integral» que sustenta el devenir libre y responsable de la persona en su totalidad.