Los edificios teatrales son el lugar de recreación por excelencia, pero también el de la auto-representación de la sociedad, para reunirse, socializar, intercambiar ideas y opiniones y celebrar. No es casualidad que desde la segunda mitad del siglo XIX proliferen los espacios teatrales, tanto en las grandes capitales como en lugares remotos y minúsculos: teatros de varios tamaños y para todos los gustos, suntuosos o esenciales, populares o señoriales. La presencia de arquitectos y artistas italianos en América Latina entre los siglos XIX y XX dio resultados extraordinarios: trabajaron junto a artistas locales formando equipos excepcionales, fusionaron los léxicos y repertorios formales aprendidos en Europa con nuevas influencias, dando lugar a una producción diferente, que supo acoger las sugerencias de los países, respondiendo, al mismo tiempo, a la demanda de una sociedad que se transformaba simultáneamente con las ciudades. Esos teatros se han convertido hoy en parte del patrimonio de las naciones y son el orgullo que bien representa la identidad de los lugares.