Las meditaciones del presente volumen constituyen un recurso valioso y sugestivo para meditar sobre ese Jesús que es el centro de nuestra fe, para descubrirlo en la belleza de los lugares, así como en la capacidad de insinuación y expresión que tienen cada uno de ellos. Perdidos en la serenidad de la meditación, al contemplar a Jesús vivo en su contexto patrio, surge de nuestro corazón la misma pregunta formulada por Pedro, una pregunta que nunca nos abandona: «Señor, ¿a quién iremos?» (Jn 6, 68). La respuesta la da el mismo Pedro: «Tú sólo tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Al que es la Palabra, el Verbo eterno del Padre hecho hombre por amor nuestro, es a quien descubrimos a cada paso, en cada ciudad o aldea, en cada rincón de Tierra Santa, en los pájaros del cielo, en la luz inexplicable que a veces llena nuestra alma cuando meditamos en Él, sobre todo, si lo hacemos desde los lugares santos que lo vieron nacer, crecer, predicar, curar, sufrir, morir y resucitar.