"Era mi hermano y para mí eso basta", dice la Antígona de Sófocles, y no necesita màs justificación para desafiar la orden de Creonte. Miles y miles de asesinadas y asesinados han dado nacimiento a miles y miles de Antígonas latinoamericanas. Y no hay orden que pueda obligarlas a renunciar a la búsqueda; no hay orden que pueda obligarlas a dejar el cuerpo de Polinices a la intemperie, obligarlas a olvidar. asta es una de las primeras responsabilidades éticas que hoy deben asumir -corno las mujeres de Tebas- las y los creadores, las y los pensadores: cuidar los cuerpos queridos, proteger la identidad y la memoria de los muertos ante su conversión en simples números dentro de los discursos oficiales, no dejarlos jamàs "al azar de las aves y los perros". A través de trabajos de anàlisis y critica, y de varias de las nuevas obras escénicas sobre el tema (algunas hasta ahora inéditas), el presente libro busca dar cuenta de las nuevas "estéticas disidentes" que surgen a partir de este compromiso ético-politico.